El Nápoli Argentino en Uruguay II

Segunda entrega de la crónica del viaje a Uruguay...

El sábado 3 de marzo amaneció más tarde que lo habitual y no por la diferencia horaria entre Argentina y Uruguay. Los primeros dos jugadores napolitanos en levantarse fueron Ale y Cristian L., quiénes terminaron siendo los únicos dos integrantes del plantel que amortizaron el desayuno incluido en la tarifa del hostel. Luego de recorrer la Ciudad Vieja y caminar cuesta abajo hacia la rambla, ambos madrugadores se reunieron en el hall del primer piso donde de a poco fueron llegando los demás jugadores recién levantados.

La mayoría decidió ir a la playa ya que el clima era ideal: mucho sol y calor. Mientras Matías G. cebaba unos verdes para aquellos que se habían perdido el desayuno, otros trataron en vano de despertar a Chuger, Leandro y Esteban para que participaran de la excursión playera.

Cerca del mediodía, todo el plantel, menos aquellos tres, se subió a un colectivo para viajar unos 20 minutos hasta Pocitos, donde la playa es amplia y de arena clara, y no está separada del río por las escolleras.

Para sorpresa de muchos, la playa estaba bastante llena, como si se tratara de la costa atlántica. De hecho, la arena parecía más blanca y limpia que a la orilla del mar. En ese marco, los jugadores se quitaron las remeras de “Uruguay2012” para tomar un poco de sol y caminaron por la orilla mojando sus pies descalzos en el agua dulce, con un toque de sal, por lo que los tonos de las pequeñas olas iban de marrón oscuro hasta un azul claro. La costa parecía Mar del Plata, coincidió la mayoría.

“Allá están jugando, ¿vamos a ver si conseguimos un arquero?”, dijo Ale, un poco en broma y otro tanto no, señalando unas tribunas metálicas que rodeaban una cancha rectangular sobre la arena. Sin embargo, cuando el partido arrancó, no se trataba de fútbol, sino de handball, por lo que la supuesta ilusión de conseguir un reemplazante para los guantes de Miguel o José se truncó inmediatamente.

Luego, el plantel camino de regreso a la parada de colectivos y en el trayecto se detuvo a almorzar en una Pasiva, donde los jugadores comieron poco –no liviano ya que algunos ordenaron un chivito canadiense completo- y bebieron agua, para tratar de llegar de la mejor manera al partido ante el equipo Aldo Macchio.

Tras el rápido almuerzo, Nico G., Cristian L., Cristian S. y Matías G. decidieron darse un corto chapuzón para refrescarse antes se volver a subir al colectivo que los llevaría de regreso al hostel. Durante todo el recorrido, la charla giró alrededor de las especulaciones sobre donde estarían los tres jugadores que se habían quedado durmiendo ¿Seguirían acostados? ¿En que condición física se encontrarían? ¿Habrían salido a almorzar? ¿Cómo fue el asalto a Esteban, quién no había dado precisiones al respecto cuando llego solo al hostel y todos dormían?

“Dicen que en la plaza donde lo asaltaron a Esti sólo se escuchó: << ¡No me roben, soy el presidente!>>”, bromeó Ernesto en alusión a que la Chancha había asumido en febrero el liderazgo de la comisión directiva del equipo junto a Matías G., Ale, Ricky y Nico G.

Lo cierto es que cuando el plantel llegó a Che Lagarto, Chuger, Leandro y Esteban seguían durmiendo en sus respectivas habitaciones como si nada, aunque ahora se despertaron ante el llamado de sus compañeros que ya comenzaban a prepararse para disputar el tan ansiado partido de fútbol. Y a partir de ese momento, el principal interrogante pasó a ser si el combinan iba a pasarlos a buscar en horario o si se iba a demorar como el día anterior.

La cita con Fernando era a las 15 y el chofer, afortunadamente y para sorpresa de muchos, arribó a las 14.53, por lo que el plantel no tuvo inconvenientes en llegar al partido puntualmente. De acuerdo al itinerario, el pitazo inicial era a las 16, así que los jugadores debían estar en la cancha a las 15.30. A esta hora, la única duda era quién iba a tajar y cómo respondería el equipo físicamente luego de una noche larga y a mitad de una jornada agobiante...

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